En el camino hay días que son buenos y otros que no lo son tanto. Para nuestro viaje por Argentina y Chile esto no será una excepción. Si creyéramos en las señales podríamos estar seguros, basándonos en nuestro primer día, que estamos destinados a tener un muy buen viaje.
Salir a dedo de Santiago es muy difícil así que decidimos tomarnos un bus a Los Andes, puerta de entrada a la cordillera y frontera argentina. Apenas 10 minutos después de llegar nos encontramos con otros dos mochileros, Nicolás (chileno) y Juan (argentino), nos invitaron a sentarnos con ellos a la sombra de un árbol en un parque a conversar y compartir una cerveza. Nos dieron consejos de como cruzar a Argentina haciendo dedo, hablamos sobre la vida, los viajes y la fotografía. Los dejamos, contentos de volver a conectar con el camino y sus encuentros. ¡Qué bien que empieza esto!
Tiempo después encontramos un lugar que nos parece adecuado para hacer dedo por primera vez, de aquí en adelante lo usaremos como principal medio de transporte. No tenemos mucho éxito, aun nos encontramos en la ciudad por lo que los automóviles se dirigen a muchos lugares y no exclusivamente a la frontera argentina. Decidimos empezar a caminar cuando una chica se acerca a ofrecernos llenar nuestras botellas con agua y usar el baño de su casa, como hace muchísimo calor aceptamos encantados. Salimos de la casa de la chica con dos botellas de agua, una bolsa de pan y consejos sobre donde hacer dedo en Los Andes. Gracias a los consejos solo esperamos 15 minutos antes que un camionero parara para llevarnos.
Daniel, el camionero, se acerca tranquilamente a los cincuenta años, ama la vida en la carretera. Recorre con su gran camión, que puede transportar hasta 40 toneladas, Argentina, Chile y Brasil. Siempre parando en Mendoza, donde viven sus hijos. Él nos enseña otra relación con la carretera. Desde su cabina al igual que un capitán de barco, puede distinguir las señales del camino, como un arrecife que se debe rodear o un banco de arena peligroso. La diferencia es que él nos dice, ese camión va vacío o ese conductor es nuevo por la forma en la que el camión se mueve. Hasta el vaivén de la cabina se asemeja al de un barco. Es como si navegara de un punto a otro.
Es la primera vez que entro a la cabina de un camión y me alegra conocer un poco sobre este particular mundo, donde otro tipo de nómada se mueve.
En estos momentos la ruta de Chile a Argentina no está 100% operativa por trabajos en la ruta. Tenemos que esperar hasta las 8 de la noche, hora que empieza en tránsito en nuestra dirección. Cruzaremos los andes de noche, no me estresa la idea de los precipicios y la cantidad de curvas que presenta el camino, Daniel sabe lo que hace e inspira seguridad tras el volante, incluso cuando llegamos a “los caracoles”, una serie de curvas muy cerradas a una altitud impresionante. Desde abajo la fila interminable de camiones trepando parecen luces adornando un árbol de navidad del tamaño de una montaña.
Durante el viaje hablamos de todo, especialmente sobre carreteras y su belleza. Daniel nos cuenta algunas anécdotas, como el salto del soldado durante la guerra de independencia en la que un soldado chileno arrancando de los españoles saltó 3 metros sobre una profunda quebrada. Del lado argentino nos cuenta sobre una ciudad que desapareció cuando el tren dejó de funcionar.
Llegamos a la primera aduana de camiones, donde dejamos Chile. A 90 kilómetros de la frontera argentina encontramos la segunda aduana, con un estacionamiento gigante y un aparato que es capaz de escanear a un camión completo. Mientras esperamos que terminen de hacer los trámites para liberar el camión, Daniel nos invita un café y una pizza (con huevo, curioso) en un pequeño local en medio de un mar de containers donde los camioneros se reúnen. Un colega de Daniel se nos une a la conversación lo cual hace más corta la espera por los documentos.
Más tarde retomamos el camino a Mendoza, los restos de amigdalitis y fatiga me vencen, hago el resto del camino media dormida, arrullada por la conversación entre Daniel y Benjamín.
A las 4 de la madrugada Daniel nos deja en una estación de servicio en las afueras de Mendoza, nos hace prometer que no nos aventuraremos a pie de noche. El primer día termina y nos dio mucho más de lo que esperábamos, encuentros hermosos y mucha suerte. Creo que no podríamos haberlo imaginado mejor.
Etiquetas: Viaje a dedo Viaje: Chile y Argentina
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