Antes de conocer Rabat, la capital política de Marruecos, muchas personas nos dijeron que no valía la pena, una ciudad sin interés y así es como muchos viajeros pueden pasar meses en el país, simplemente sin conocer este lugar.
Así llegábamos a la elegante y linda estación de ferrocarriles de Rabat ville, sin esperar mucho de este lugar, al final solo veníamos por un par de días a Rabat para sacar la visas antes de viajar a Mauritania.
Pero algo extraño sucedió, desde que dimos los primeros pasos en el lugar, nos gustó: frente a la estación de ferrocarriles hay una rotonda y avenidas anchas, con jardines cuidados y cientos de palmeras, las fachadas de los edificios son de un blanco inmaculado. Después del dédalo de la medina de Fez, esto parece otro mundo. En este lugar nos encontramos con Caitlín, una chica estadounidense que acogió un par de días, de entrada nos ofrece ir a cenar a un restaurante sirio y después de dejar las mochilas partimos junto a ella a una clase de salsa. Es nuestra primera noche y descubrimos una Rabat que nos gusta, cosmopolita, curiosa y divertida, las cosas empiezan bien.
Cambio de planes
Al día siguiente madrugamos, poco después de las 7 de la mañana nos encontramos en un taxi rumbo a la embajada de Mauritania para sacar nuestras visas. El servicio de visas de la embajada abre entre las 9 y las 11, pero leímos en varios lugares que hay que llegar muy temprano para asegurar un puesto para postular. Cuando llegamos solo vemos a una persona en la fila ¡lo logramos! Mi sentimiento de satisfacción dura unos 30 segundos, junto a la puerta hay un papel con pinta de oficial que anuncia que a partir de agosto de 2015 la visa de turista de 30 días subirá a 1000 dírhams, en vez de los 340 que costaba.
Es decir, gastaríamos unos 100 euros cada uno solo en visas, por 2 o 3 semanas en Mauritania, teníamos planificado cruzar el país bastante rápido para llegar a Senegal, ahora vacilamos. ¿valdrá la pena cruzar Mauritania o es mucho mas simple y económico tomar un vuelo desde Marruecos a Dakar? Mientras meditábamos, un empleado de la embajada nos dio la solución ya que anuncia que hasta fin de mes la embajada no entrega ningún tipo de visa.
Lo bueno es que terminamos muy temprano en la ciudad y con mucho tiempo libre para descubrirla así que hacemos algo que nos encanta (y que en Rabat funcionó muy bien) caminar sin rumbo fijo.
Necrópolis
Desde lo lejos la necrópolis fortificada de Chellah parece la muralla de un castillo medieval y como nos parece curiosa nos acercamos para descubrir que se puede visitar y solo cuesta 10 dírhams por persona (1 euro). Pasamos la siguiente hora caminando por sus jardines y las ruinas de diferentes épocas que aquí se encuentran, hay rastros de tiempos romanos, cuando era una colonia llamada Sala, también hay un complejo islámico del siglo 14 con un minarete que aun sigue en pie.
Ahora esta antigua ciudad se encuentra poblada por cigüeñas blancas y una multitud de gatos, al cruzar los muros la atmosfera es distinta, como si estuviéramos muy lejos de los grandes y modernos bulevares de Rabat.
El palacio real
Caminando a lo largo de los muros que rodean el palacio real un hombre nos habla y nos indica que podemos entrar a visitar el lugar, nos miramos y decimos -¿por qué no? Así que cruzamos una antigua puerta y dejamos nuestros pasaportes a uno de los policías que custodian el lugar.
Caminamos por unas calles llenas de edificios con pinta de “muy oficiales”, lo que no sabemos es que son ¿quizás son ministerios o institutos?, pasamos frente a una gran mezquita y llegamos a una avenida muy ancha y bastante vacía, frente a esta hay una plaza aun mas vacía y detrás las puertas monumentales del palacio real, lugar al que no podemos llegar ya que cuando caminábamos algo hipnotizados por todo el color dorado y un pequeño ejercito multicolor de hombres con uniforme, uno de los guardias nos miró y nos hizo la señal inequívoca de que no podíamos entrar al palacio, no necesitábamos entender árabe para comprender esto.
Nos vamos perplejos y algo decepcionados, pero supongo que fuimos algo ingenuos en pensar que podríamos ver el palacio por dentro, una pena ya que el lugar es precioso.
Medina, kasbah y los jardines escondidos de Rabat
Después de almorzar y mandar algunas postales, reanudamos la exploración de la ciudad. Nos dirigimos a la medina, un lugar muy distinto a la medina de Fez, las calles rectas del siglo 17 nos indican que aquí no nos perderemos cada 200 metros, como en el laberinto de Fez. Miramos los locales de comida y nos arrepentimos de no haber almorzado acá, todo se ve exquisito y baratísimo, así que nos consolamos con un par de pasteles marroquíes.
Caminamos hacia el mar cuando vemos otra puerta en una muralla, entramos y descubrimos una nueva cara de Rabat, la kasbah des Oudayas, aquí las calles son estrechas, hay muchas curvas y calles sin salida. Es un pequeño laberinto en blanco y azul donde nos topamos con mas gatos que personas. Algunos “guías” nos ofrecen sus servicios, los que declinamos. Disfrutamos mucho el paseo en la kasbah, es difícil pensar que estamos en la capital de Marruecos, para rematar el día, junto a la kasbah encontramos un jardín amurallado, un lugar muy tranquilo lleno de jóvenes marroquíes, un lugar secreto.
Mientras caminamos por la costa, Ben decide conocer un faro que vimos a lo lejos desde la kasbah. Aquí disfrutamos el fin del día antes de volver a la casa de Caitlín, pienso en lo agradable que hubiese sido quedarse unos días mas en Rabat, pero no podemos, mañana viajamos a Marrakech.
Lamento no poder conocer esta ciudad mas a fondo ya que Rabat parece tener las ventajas de una ciudad grande, pero con las atmosfera de un pequeño pueblo costero, un lugar encantador al cual ya quiero volver.
Etiquetas: visitas
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Lindo relato, me alegra sus ganas de disfrutar y, que el camino de la vida siempre le tiene sorpresas agradables los queremos muchos.
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