No puedo convencerme de que hay semejantes lugares en Santiago de Chile, tranquilos y apartados. Sin edificios, sin tráfico, sin ruido, sin bocinas, sin smog, ni multitudes atestadas vagando por el laberinto de hormigón de esta metrópolis de 5 millones de personas.
Aquí, sin embargo, un puñado de tiendas de campaña, algunos excursionistas y un sendero apenas visible son las únicas y discretas señales de presencia humana. Las conversaciones son menos ruidosas que la corriente del río a unos cincuenta metros del camping. Las torres dieron paso a las vertientes, el gris al ocre. Son los aludes de piedra y no las bocinas las que a veces rompen el silencio. Admiro un momento la figura de un cóndor volando muy alto por encima de nosotros… ¿el cielo de Santiago no está sólo poblado por palomas? El horizonte es claro cuando miro hacia el glaciar que talló el valle que con Benjamín subimos. Estamos a treinta kilómetros del noreste de la ciudad y aún técnicamente en Santiago de Chile.
Bienvenidos al Camping La Lata, a 2796 m de altitud, en el corazón del Parque Cordillera Yerba Loca.
Hace milenios que los hombres cruzan el valle del glaciar La Paloma, pero nunca se han establecido; desde hace más de 10 mil años. Incluso incas extendieron su vasto imperio hasta aquí: ellos viajaron por el camino que acabo de tomar, practicaban sacrificios en los cerros a mí alrededor e incluso construyeron un refugio de piedra aún visible. No fueron los únicos, a de 200 metros de nuestro campamento están los restos de una casa ocupada por mineros en los años 30. Benjamín y yo disfrutamos un fin de semana largo de primavera para seguir estos pasos. Pero el valle no es fácil de conquistar: el clima es difícil la mayor parte del año, la geografía no es sencilla, el arroyo está tan cargado de minerales no es potable. Entiendo porqué Santiago se encuentra al pie de las montañas, ¡pero no adentro!
Lo que no entiendo en cambio, es porqué, después de siglos de pasos, el camino no está mejor indicado. Temprano perdimos la huella principal y seguimos otro sendero paralelo, bien establecido y señalado, pero mucho más lento. Más adelante advertimos lo obvio, nunca llegaríamos al campamento al pie del glaciar antes de que oscureciera. Tuvimos que renunciar a ir allí y detenernos en el camping La Lata.
No me siento decepcionada. Teniendo todo el tiempo del mundo, aprovechamos para abrir bien los ojos: La Lata es un sitio de nidificación de cóndores. Acampamos al pie de acantilados donde instalan sus nidos, inalcanzables. De hecho, una gran sombra vuela sobre nosotros desde lo alto, a veces recortado contra el cielo azul, a veces en la roca ocre. Siempre demasiado lejos para verlos realmente, pero es fácil adivinar su gran tamaño. Me siento humilde y afortunada.
Debo decir que de Yerba Loca me maravilla su vida silvestre. En el camino, me divertí con miríadas de lagartijas huyendo al acercarnos, parecían pequeños arco iris en movimiento. Vi aves rapaces en vuelo y conejos correteando a toda velocidad. Lo más importante, conocí a mi primera araña pollito en la naturaleza, una de las especies de tarántula más apreciadas por los aracnófilos en todo el mundo. La mordedura es inofensiva, son dóciles y rara vez usan sus pelos urticantes: ¿cómo no amar a una araña pollito?
La noche cae lentamente, el viento y la temperatura también. Todo está en calma, sereno. Solamente adivinamos que Santiago está cerca por el cielo poco estrellado para un campamento en un valle desierto cordillerano. Yo no dormiría mejor en la cama de una reina.
Al día siguiente, vemos más de cerca la casa de los mineros. Pienso por un largo rato en los brazos que construyeron este refugio, pacientemente elevando hileras de piedras en medio del caos de rocas. Ahora en gran parte se ha derrumbado, como si la montaña devorará este pequeño testimonio de presencia humana.
Continuamos por el valle hasta llegar a las cascadas de hielo, tan grandes que se pueden escalar en invierno. Esperamos que no se hubiesen derretido demasiado. Ya no son muy impresionantes y es obvio que nadie va a escalarlas antes del próximo invierno, pero Benjamín y yo estamos satisfechos con la delgada y fotogénica capa de hielo en las rocas y a la superficie de los arroyos así como en la nieve que sigue desde aquí hasta el glaciar.
El tiempo vuela y ya volvemos.
El camino de vuelta nos da un último regalo: un Picaflor gigante se posa cerca de Benjamín, quien aprovecha la oportunidad para fotografiar a este hermoso habitante de los Andes.
Salgo del Parque Cordillera Yerba Loca más serena que entré. Los Andes tienen una cara nueva para mí, el gigante mineral tocado de blanco que rodeaba la ciudad se ha convertido en una joya de paisaje y de vida, un refugio. Nunca pensé que mi exploración de la belleza natural de Chile comenzaría en la capital… Sonrío pensando en que me reserva el resto del país, dado lo que acabo de vivir en su metrópolis. Ciertamente, Santiago de Chile es una ciudad sorprendente.
Parque Cordillera Yerba Loca Información: www.yerbaloca.cl Tarifas: $ 2.500 por día, camping incluido. Menores de 12 años $ 1.500 por día. Horarios: octubre-marzo, ingreso de 8:30 a 18:00, salida 20:00. / Abril-septiembre, ingreso de 8:30 a 17:00, salida 18:00. Cómo llegar: Es más sencillo tener su propio vehículo. Desde Las Condes, tomar la carretera de Camino a Farellones la entrada del parque (unos 40 minutos). / Colectivos desde Plaza San Enrique, $10.000 por persona. |
Etiquetas: Parques y Reservas de Chile trekking
1 Comment
Recientemente fui a Yerba loca, pero no hice el sendero hasta el glaciar, según el relato parece que vale mucho la pena, intentaré hacerlo próximamente.
PD: me parece que el picaflor de la foto es un picaflor cordillerano, no un Picaflor gigante. Saludos